El cierre de «La Cafetera», un lugar icónico, es un episodio más de una época pasada e irrecuperable. Cómo rápidamente olvidamos y reponemos mal, sin saber o sin querer conservar
Situada en la calle El Conde, calle que en otros tiempos fue orgullo de los capitalinos y bochorno de la provincia. las niñas inician su carrera universitaria y descubren que esta calle no es sólo «La Margarita» o «La Parisién», con estas ventanas que René del Risco convirtió en poesía. Símbolos, pasillos, asombro con cada personaje usando su esquina como pedestal, así como un pedestal para su desolación después de tantos fracasos.
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“La Cafetera” con su aroma, el peculiar ruido de tazas y platillos que a veces interrumpían los silencios necesarios, evidencia de regustos, de tertulias y conspiraciones, de reuniones y desencuentros. El rincón melancólico de la república, la sauda de los eruditos indios que vinieron a vivir, languidece como la calle donde se encontró y hoy es una especie de tribunal de milagros. Ahora, los comerciantes ofrecen a la venta objetos y cuerpos, indiferentes a la historia que los rodea, ajenos a los edificios que sirvieron de urinarios y otras emergencias, joyas de hormigas. Este bambú murió sin lágrimas. El ambiente merece parafrasear «En ruinas» de Salomé Ureña, para recordar «el esplendor del pasado».
El cierre crea una nostalgia persistente, que evoca indirectamente a muchas personas que nunca se dieron cuenta de su existencia. En realidad se usa para eyaculaciones, contexto y declaraciones desagradables pero son importantes. Periodista, político, peatón y tertuliano Juan Ducoudray – Q.E.P.D. – escribió en una crónica del lugar donde comenzó su época dorada en 1940. Lo atribuyó al poeta Vigil Díaz, diciendo: así como París es el centro del mundo, «La Cafetería» está en el corazón de la República -autorizado sátira en este país vibrante y escasamente poblado.
«Café Gijón» no se parece mucho a «La Coupole», pero los clientes habituales se comportan como si lo fuera. Un hito importante para una minoría que se despide de recuerdos inolvidables. Esto sucedió tanto en la capital como en las 32 provincias con espacios simbólicos perdidos sin eco, dejando un vacío en el aire, como la rosa de Mieses Burgos al marchitarse.
La respuesta pronto perderá resonancia. . La era de la innovación no tiene lugar para el arrepentimiento. El territorio se convirtió en un balneario con su correspondiente cinturón de sufrimiento que rodea el sueño y permite que la codicia construya la ilusión.
Miles de capitalinos aún desconocen hasta el Mar Caribe, su límite visual es La Cañada y su mayor anhelo es “tener razón” en el callejón, el cierre de “La Cafetera” les preocupa tanto como el cambio de nombre de la calle Nicolás Ovando a Johnny Ventura.
Los recuerdos se perderán en medio del día a día emergencias. La canción fúnebre estaba destinada a un grupo pequeño, aproximadamente del tamaño de aquellos que presenciaron el deterioro del faro de Puerto Plata y observaron la destrucción de las casas victorianas. Hay escasez de músicos callejeros en todas las provincias, donde el gobierno tiene mucha gente para denunciar y evitar víctimas.
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