El profesor Nikauris Melo, el abogado Juan Francisco de la Rosa, Jacinto Sención, Rafael Pineda y el intendente Nicaurys Adames participan en la circulación de la obra Cantares, en el casco urbano del partido El Rosario, en Provincia de San Juan. Jacinto Sención es uno de esos poetas que, a través de su creatividad literaria, apuesta por provocar cambios en la sociedad. Su poesía es misteriosa pero no neutral.
Recientemente me invitó al lanzamiento de su libro Cantares’, en la ciudad de El Rosario, San Juan. Me sentí extraño, inusual, cuando me invitó a un evento literario en una comunidad rural. No pudo rechazar la invitación; Muy rápidamente, me encontré sentado detrás de un motoconcho, que rápidamente se pasó todos los semáforos en rojo, violó las señales de tránsito y cortó el paso a otros vehículos como si fuera dueño del bulevar.
Pagué cien pesos por la montaña rusa de 7 kilómetros. Me aventuré a lo que sería un encuentro con la historia cultural provincial y nacional. ¿Qué público encontrarás allí?
Me pregunté, admirando la magnífica vista de la carretera y, para escapar del miedo que provocaba la aterradora velocidad del motociclista, la posibilidad de caer a la acera con las rodillas gangrenosas. Ninguno de los 66 presidentes de República Dominicana estuvo interesado en instalar un centro cultural, un pequeño teatro, una casa de cultura en El Rosario; Ni siquiera una simple biblioteca. ¿Ser?
En opinión de los gobernantes, allí sólo vivían 7 mil personas, no valía la pena invertir en cultura para un número tan reducido de personas y además de campesinos; No le hicieron caso, se conformaron con un trozo de pan y un vaso de buen ron. Me pareció entonces una transgresión lo que hizo Jacinto Sención: introducir un libro en una comunidad donde, desde el nacimiento de la República, la cultura del libro no se había extendido. Luego reflexioné sobre mi propia experiencia: nací en un lugar (El Corozo), publiqué 12 libros, y nunca pensé en regresar a mi tierra para difundir mi trabajo, y al mismo tiempo, estimular a la juventud de allí.
. . Él lo está haciendo.
Entonces en motoconcho me fui a El Rosario. Cuando llegué lo primero que me llamó la atención fue la contaminación acústica, el olor a ron, whisky, barriles de cerveza por todos lados; En el centro, los cuatro tienen bares, discotecas, discotecas, tiendas de alimentación, coches que tocan las bocinas ocupando dos calles y aceras por donde tiene que pasar la gente. Lo que vi fue a un joven bebiendo; y decenas de niños se forman en esta escuela dantesca, que será también su universidad.
Entiendo que la reunión que me convocó fue una violación y la considero un acto revolucionario. Cuando llegué me invitaron a sentarme en la mesa principal, compartiendo con el alcalde Nikaurys Adames, la maestra Nikauris Melo, el abogado Juan Francisco de la Rosa y el autor. Cuando leí las primeras páginas de Cantares, libro al que me convocaron, me di cuenta de que, si fallaba en algo, serían necesarios muchos años para lograr una amistad más profunda con el poeta Jacinto Sención.
Vi en él la imagen del Quijote que admiraba; y vi la imagen del coronel Aureliano Buendía. Lo veo como un buscador de la piedra filosofal, la piedra que también buscaba Balthazar Claës, el personaje de Honoré de Balzac en La búsqueda del absoluto, y por la que luchó hasta morir, creando el pez dorado, el personaje principal de Gabriel. La maravillosa novela de García Márquez Cien años de soledad.
Y aprendí una lección: mi próximo libro será presentado en El Corozo, donde nací. Todos están invitados. El autor es un poeta.
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