La corrupción en nuestro país es una cultura tan penetrante que hace metástasis, sin desmontar los antivalores que han paralizado al país.
La diosa de la justicia, Themis, parece llevar anteojeras en la República Dominicana, pero la persecución de la corrupción es selectiva, con funcionarios de turno que acosan el tema dependiendo del color del partido al que pertenecen o del grupo al que pertenecen. La impunidad es generalizada.
El reciente caso del Ministerio de Transporte Terrestre (INTRANT) demuestra el enorme fracaso de la campaña anticorrupción de las actuales autoridades, que nadie se cree. El organismo de transportes, dirigido por Ugo Velas, publicó una licitación para un contrato de servicios para la modernización, supervisión y gestión del sistema de la red de señales de tráfico por una determinada cantidad de dinero.
Sin embargo, tras la adjudicación a la empresa ganadora, resultó que la cantidad había saltado a 1.317 millones de pesetas, como por arte de magia.
La Dirección General de Contratación Pública (DGCP) se limitó a suspender el contrato sin determinar responsabilidades.
Si alguien no relacionado con la actual administración sale de este embrollo, saldrá muy mal parado. Sin embargo, como se trata de representantes del propio régimen, todos dormirán tranquilos. Esta sociedad colapsada, plagada de injusticias, ignora a los más cercanos, por lo que no hay que preocuparse de que nadie se duerma de madrugada, y mucho menos con la ropa puesta.
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