Vicente Herrero Heca es un artista que no sólo está marcado fundamentalmente por la investigación que realiza; entre ellos, por su doctorado, por las residencias artísticas realizadas y los lugares que visitó, por los viajes que realizó por diferentes continentes y que encendieron la chispa de su intelecto, pero es un alma artística impulsada por la sensibilidad y la depuración. , hasta el punto de convertir la técnica en una palanca más de su arsenal de recursos para convertirse en una dinámica artista. Valenciano por naturaleza y universal por la perspectiva estética que asume, en cada obra de arte que admiramos, creada por sus ya experimentadas manos, vemos una realidad que el artista procesó hasta extraer el aspecto misterioso que todo lo que veía tenía en sí mismo.
y ocupó un lugar en el espacio. Hay artistas que pintan desde los demonios que tienen en la mente. Y otros sostenían el pincel de ojos de Mefistófeles.
Vicente pertenece a este último colegio. Por ello, Vicente se dedicó a una afición febril: preservar cada detalle, convirtiéndolo en una pequeña parte del gran todo que es el universo. Quizás te interese: Pensando en el sonido de un tambor roto Un elemento que me llamó la atención y conectó conmigo fue la presencia del mármol.
Cuando le pregunté por qué pintaba, mencionó una conexión con la infancia. De dos maneras, el artista ha captado el elemento esencial: el mármol simboliza los planos astral y terrenal: el terrenal porque está en la tierra donde el niño lo usa, y el astral porque está en la tierra donde el niño lo usa. y el astral, porque tiene forma circular cuando lo ves colocado sobre la tela.
nos recuerda o nos hace pensar en un planeta desconocido o en una estrella distante existente. Tenga cuidado con la forma en que se mueve el cepillo. Cuando observamos el uso del color por parte de Vicente, inmediatamente notamos cómo emana su luz, invadiendo el espacio vital de nuestra mirada.
Y de la claridad que se desprende de su pintura, como espectador inmediatamente me interesó cómo el artista crea, con su intelecto, la dicotomía opuesta: el lienzo está cuidadosamente planchado, pero coexistiendo allí con él, la cosa arrugada, rota. . Lo que hace que la perfección sea más sorprendente es la perfección vecina que la acompaña.
Es un axioma que se aplica a todas las artes y alcanza su máxima expresión en la pintura. En el mismo sentido que, por ejemplo, la posición de la canica sobre el lienzo es un espacio plano, es la franqueza lo que le da más dirección, existencia y plenitud. Mirar el cuadro de Vicente me recuerda a una referencia clave: el italiano Giorgio Morandi, y esto se debe a que nuestro artista se centra en unos pocos objetos.
No quería taparse demasiado los ojos. Sin embargo, la concentración en un objeto le permite adquirir un territorio más amplio en el misterio del objeto pintado. Tenemos la sensación de que estamos ante todo lo demás que es inherentemente sutil, pero que al mismo tiempo nos muestra una realidad: siempre ha sido un artista que salva objetos que a veces pasan desapercibidos, sirve de modelo para lo que los ojos pequeños prestan atención.
a. existencia: un caracol tirado en la arena, un trozo de palo, una canica o un anafre, este último objeto ya no se utiliza, esa tecnología desapareció hace una década, así crea Vicente sus naturalezas muertas. vida u objeto inanimado, cobra vida ante los ojos.
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