Aquí nadie está a salvo de la lucha por buenos empleos y mejores empleos para los productos alimenticios, ya sea que usted cultive, transporte, almacene, distribuya, venda, sirva o incluso como simple consumidor; Todos tenemos un papel importante que desempeñar, al menos para mantenerlos en buena forma. Ojalá fuéramos más responsables con esto. Después de todo, la forma en que se producen, almacenan, manipulan y consumen los alimentos influye en su inacción. Cumplir con las regulaciones internacionales, establecer regulaciones de control de productos que incluyan respuestas efectivas ante posibles emergencias, así como aplicar buenas prácticas terrestres, pesqueras, ganaderas y hortícolas, comenzando por facilitar el acceso al agua potable, es una responsabilidad compartida entre gobierno, productos y consumidores. Por otro lado, es importante desarrollar modelos educativos y culturales encaminados a concienciar a la sociedad para que se respete y preserve la seguridad de las ollas, o si se prefiere, la inercia del buen mantenimiento.
Unas estimaciones cada vez más claras de las enfermedades nocivas transmitidas por los alimentos, que afectan tanto a la salud humana como a la economía, deberían hacernos repensar nuestra acción común y universal. Nuestro mundo es demasiado interdependiente y no podemos construir muros ni crear indiferencia. Por supuesto, estamos llamados a pensar y actuar en un espíritu de comunión y comunidad, de solidaridad y de tratar de priorizar la vida de todos antes que la apropiación de los bienes de unos pocos. La humanidad en su conjunto no debe cansarse de hablar clara y profundamente, sabiendo que lo que no es inofensivo no se puede comer con los ojos. De hecho, cuando se logra la seguridad alimentaria, se satisfacen las mejores vibraciones e incluso se anima a las personas a llevar una vida activa y saludable. Esperemos que aprendamos a cultivar valores que nos alimenten sabiamente, centrándonos sobre todo en quienes más sufren, como los desfavorecidos y los sedientos, que no es sólo una de las mayores tragedias sino también una vergüenza. El grito de auxilio de estos ciudadanos, privados de su valor nutricional de una forma u otra, debe resonar en los organismos internacionales donde se toman las decisiones. No hay duda de que el destino de las naciones depende de cuán autosuficientes sean. El lamento de estas familias no puede ser silenciado ni ahogado por otros intereses mundanos. No sólo debemos acabar con la especulación alimentaria, sino que la seguridad alimentaria requiere un enfoque global, que es la salud que todos merecemos, es por eso que ¿por qué debemos reconocer la conexión entre la salud de los humanos, los animales, las plantas y el medio ambiente? No hay duda de que la fuerza de los distintos sectores existenciales y el amor que damos es fundamental para que el sector primario pueda producir suficientes recursos para sustentar al mundo. Sí, es más, sabemos que cuando las habilidades de Nivea se utilizan a lo largo de toda la cadena alimentaria, el resultado son alimentos inofensivos. En casa, los consumidores también deben asegurarse de que lo que se llevan a los labios siga siendo inofensivo.
Si hacemos el bien, alimentamos el árbol místico de los insectos compartiendo el pan. Nuestros fideos estarán impregnados de bondad. Lo necesitamos para que no se desperdicie. El desperdicio o la pérdida de productos nutricionales contribuye significativamente al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, al cambio climático y sus consecuencias adversas. No estamos aquí para invalidar nada; De todos modos, estamos aquí para promover patrones de consumo y producción más sostenibles, comenzando por eliminar el hambre, lo que significa que todos, dondequiera que vivan, puedan acceder a cantidades suficientes de alimentos saludables e inofensivos. En un asunto de tanta importancia, no podemos darnos el lujo de una retórica que acabe en declaraciones que luego no se pueden implementar, por malicia o por avaricia, es hora de actuar con urgencia y buscar beneficios colectivos. Los gritos desgarradores de quienes tienen hambre y exigen justicia siguen ahí, esperando que salvemos nuestros recursos naturales, para que todos podamos vivir decentemente, con respeto y dignidad.
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