Eran las 12:30 de la noche de un viernes, y a pesar de la última granada y de todos los pronósticos de la caída definitiva de Granada, seguíamos en pie.
Además, Don Manolete y yo Estábamos parados como dos pretzels junto a la caja registradora de Granada, esperando que se fueran los que parecían ser nuestros últimos clientes de la noche cuando el Jeep Mamey aparece afuera. Estos dos pisos voluminosos. De él salían tubos automáticos de color naranja que tocaban el suelo, formando una escalera eléctrica, por la que descendía la reina de la bachatica, una joven muy bella que llevaba la corona de Mamey, escoltada por un ayudante de campo. . seguido por un grupo de jóvenes.
Todos bajaron de allí con gran alegría y muy rápidamente se apoderaron de Granada. No sólo revivieron el bar sino que también recuperaron la música y como decían, lo convirtieron en su hogar.
Don Manolete: -Maestro Eu, el calor es tan terrible que no se puede negar, consiga estos días, pero sí, así vamos a ver esta escultura de bronce, maldita sea, no dejes que se detenga, y oh, ve a buscar más cerveza.
Eu: -Por favor, cuídate más. de la reina de la bachatica ahora.
Don Manolete: -Pero yo nací para hacer esto. Ya sea por la cerveza, por el baile o por la gracia de nuestra patrona bachatica, sea quien sea, agradezco mucho su presencia, me declaro ferviente seguidora de ella.
En En ese momento la reina de la bachatica nos hizo señas para que la acompañáramos a su mesa con sus amigas.
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