A veces pensamos que Dios nos abandonará cuando nos enfrentamos a dificultades, pero Dios nos ayuda a crecer espiritualmente, nos enseña a vivir por la fe y a encontrar así respuestas en la paz espiritual. Permitimos estas dificultades en nuestras vidas. No podemos desanimarnos cuando la honradez y la integridad parecen escasear ante una generación confundida que tiende a menospreciar estos valores por considerarlos anticuados. Los valores cristianos nos guían a la luz de la verdad y nos protegen de un mundo lleno de estrategias perversas. Identifiquemos los engaños que son el preámbulo de la corrupción que amenaza los intereses de nuestra nación, y luchemos con paciencia para que la descendencia llamada a cambiar el rumbo de nuestra sociedad herede la transparencia. Enfrentemos las divisiones que amenazan nuestra soberanía y fomentemos los valores patrios en los salones del poder que deben estar reservados a los verdaderos dominicanos. Levantémonos y observemos con serenidad el momento ineludible de defender nuestro patrimonio nacional. Al hacerlo, cumplamos con nuestro sagrado deber de entregar a nuestros hijos un país que haya barrido con los conspiradores que no pueden negociar su derecho inalienable a ser libres y soberanos. Duarte, en su concepción de la soberanía posterior a la Reconstrucción, señala claramente que Toda ley presupone la autoridad de que emana, y su causa eficiente y fundamental es la inviolabilidad de esa soberanía, que es indispensable al pueblo en virtud de sus derechos inherentes. Esta consideración, unida a los preceptos cristianos, es un compromiso admirable de los verdaderos dominicos.
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