Reivindicar el monopolio de la verdad es muy típico de la vanidad intelectual. Sin detenerse en los campos de la religión y la ideología, la tendencia que surge del conocimiento es el desprecio hacia aquellos con mala intuición sobre la formación de habilidades.
Afirmar que entrenar la creación clásica como única autoridad del conocimiento no parece caracterizan un mundo lleno de formulaciones alternativas, que, contrariamente a la tradición, facilitan el acceso a la información, aportan ideas básicas que en última instancia sirven como guía hacia el conocimiento. Quizás no haya profundidad ni aspecto teórico, pero a la conciencia cívica del siglo XXI no le entusiasma el análisis en profundidad y el debate vigoroso de conceptos.
Podemos leer: Un trozo de ADN El mayor daño de infravalorar a las personas que no piensan igual es eliminarlas, simple y llanamente. Y desde el sillón del conocimiento arrogante, nunca entramos en el reino de la lógica ajena. Nuestras ideas cuentan, el resto no tiene cuota de respeto porque nos consideramos superiores.
Al final de una epopeya de ideología estricta, el mundo avanza hacia escenarios que crean un terreno fértil para una grandeza incomprensible que, en las órbitas deportivas o políticas, construyen nuevas referencias con un enorme potencial de contagio sin que su éxito indiscutible esté vinculado a planes oficiales y clásicos para asegurar la agitación social.
Ahora, en línea en una multitud de otro mundo, el. su carácter disruptivo seguirá conquistando al altísimo porcentaje de personas que ingenuamente se inclinan a seguir corrientes de pensamiento supuestamente «cool», pero con la enorme capacidad de sacudir los cimientos de los derechos civiles. las personas centrales desean encontrar a su salvador
En segmentos de la cultura liberal o progresista, la suposición de superioridad ha creado una sensación de dominación y control, delinea áreas en torno a la falta de atención debida al incumplimiento y fenómenos sociales. una vergüenza, provocada por una extraña costumbre de imponerse a los demás, de no respetar criterios que no coinciden, que, por su peso concreto, ha erosionado los conceptos que rodean la virtud, la fe, la educación y los valores familiares. , nuevos desenlaces sociales, dislocaciones y el notable ascenso de grupos descontentos, representan el fracaso simbólico de ideas que, por creerse superiores, fueron incapaces de revisar sus puntos de vista y comenzaron a recibir el rechazo del pueblo. Y así encontrarán y/o encontrarán una expresión que momentáneamente se ajuste a sus expectativas. Lo peor es que no parecen darse cuenta.