Thalassa Teatro y la productora Giamirca Román presentaron la obra ‘Isla de Sangre’ en la Sala Ravelo. Participar en esta obra unipersonal, escrita por el investigador Cristian Martínez, fue como viajar a un pasado poco conocido, introducirse en una especie de Olimpo o Turei, descubrir figuras mitológicas y otras históricas, y al mismo tiempo descubrir las características sincréticas de nuestro pueblo y proporcionar imágenes de sus viajes históricos.
Este vuelo mágico sólo es posible a través de una puesta en escena que permita sustituir el texto dramático del texto por el texto de la escena, y la concreción de los diferentes componentes del espectáculo, texto, escenografía, música, iluminación y actuación, se consigue a través de la persona del director y su particular enfoque.
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El director Fausto Rojas se convierte en un verdadero creador escénico, logrando una armonía de movimiento, voz y silencio, consciente de que la obra es accesible sólo a través de sus lecturas.
En su bello texto, el autor nos invita a conocer el panteón de nuestros dioses ancestrales, a los que da vida la brillante interpretación de la actriz Nileny Dipton.
A sus dotes interpretativas contribuye también el autor, gran investigador, al asumir el papel de la diosa Attabeira, la diosa Kahbaba, la diosa Anasimu, la diosa Anakanei y otras deidades, y relatar algunos de sus discursos en lengua taína (tradiciones orales). También aparecen otros personajes históricos, Iguanama, Cristóbal Colón y Anacaona, cerrando el círculo de la historia.
La escenografía del propio autor Cristian Martínez es ingeniosa: un espacio misterioso donde los personajes emergen de un pequeño escenario central, envuelto en niebla.
Como introducción, se apagan las luces, se oye el gorjeo intermitente del “inlingli”, amanece, y con sus grandes alas el pájaro cubre el espacio esotérico, hipnotizándolo y convocándolo al ritual. Frederick Riend vuela, transformado en el pájaro mítico.
La música de David Almengod crea una atmósfera, ligera y valiosa en su efecto.
La polifonía de expresión física y movimiento de Nileny Dipton, su voz ricamente acentuada y modulada, crea su propio espacio gestual, su propia partitura estética, a la que contribuyen los magníficos e importantes diseños del diseñador de vestuario Bautista Sierra y las hermosas máscaras de Miguel Ramírez.
El director, Fausto Rojas, marca adecuadamente el ritmo de la producción y su progresión, destacando la percepción de la quietud y el movimiento y las transiciones entre cada acto.
Otro elemento importante de la puesta en escena es la iluminación, que enfatiza los lugares y los gestos, y crea diversas atmósferas, entre dramáticas y relajadas. Excelente trabajo del iluminador Leonel del Valle.
En la secuencia histórica, a los dioses y personajes taínos les siguen Cristóbal Colón, el descubridor, y Nicolás de Obando, el gran constructor de las ciudades primadas, que es el verdugo de la cacica de Jaragua.
La aparición de Anacaona, la icónica mujer taína y heroína que trasciende la historia, es un momento especial y lleva la obra a su clímax. Nileny Dipton alcanza el más alto nivel en su interpretación de este personaje, que nos conmueve en la añoranza y el delirio, del que surge una escena de despedida llena de ternura. Detrás de ella surge una hermosa joven, interpretada por la niña actriz Nefer Helene Mourou, y su nieta Mencía.
La intensidad dramática alcanza su clímax en la escena final, donde Anacaona es ahorcada y la sangre salpicada se convierte en metáfora, haciendo de Isla de Sangre una obra de arte completa.
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