Todo está listo, en unos minutos saldremos al aire, se enciende la luz naranja en el panel de control y nuestra voz entra en contacto con la ciudad. Le pregunté qué la llevó a la radio y me contó sobre su esperanza de ver regresar a su esposo. Salió de su casa el 14 de agosto de 2023 porque pretendía llevar rápidamente a un cliente en moto al antiguo mercado Padre Ayala, en la central provincia de San Cristóbal, y una explosión lo dejó desaparecido por más de un año. Incluso por la tarde – me dijo – se sentaba en el porche esperando su regreso. Desafío a la humanidad: la brecha entre la vida y la muerte. Alguien me dijo que un buen periodista debe ceñirse a los hechos, tratar de ser objetivo e ignorar los hechos a medias. En general me defiendo diciendo que he estudiado comunicación y sobre todo me preocupo por las personas, aunque me duela, todavía trato de dejarme influenciar por el prójimo, creo que esa es la clave jesuita de la bondad samaritana.
La dama es una mujer valiente, si consideramos la valentía como la define la periodista española Boja Hermoso: “una acción que perdura en el tiempo, no una sola contracción o imposición concreta”. Desde el 13 de agosto intenta salvar a los tres niños. No le tiene miedo al presente y se va a ganar la vida al mercado vendiendo aguacates o algo así. Los fines de semana limpia algunas casas. Lo importante es que sus hijos no se acuesten sin comer nada.
Cuando le dijeron que su pareja de más de 20 años podría no volver a casa, se sintió entre la vida y la muerte, pero, como la Mamá Tingó del siglo XXI, siempre ha tenido claro que quiere vivir – – o morir – luchando. Explicó de manera frágil, elegante y tímida todas las dificultades que había vivido desde que la desgracia llamó a su puerta. Su existencia es un pensamiento de que hace unos minutos todo a su alrededor giraba en torno a una modesta felicidad.
San Cristóbal y Macondo, este pueblo que hizo famoso Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, ahora tiene algo en común Y deben encontrar la verdad. Cientos de familias que padecen la enfermedad demuestran un deseo constante de ganarse la vida con su dolor. Nos llamaron por radio y alguien que experimentaba materia lanzó al aire una pregunta tajante, del gusto de los buitres que aman negociar con la alegría rulfiana de la muerte: «¿Cuánto vale la vida tu marido?». Ella se desplomó, las lágrimas brotaban del dolor, se quedó en silencio, yo soy el anfitrión, qué debo hacer, verla así me rompió el corazón, le dije al oyente: «Me niego a cerrar la puerta. Esperemos vivir al menos 30 minutos del show en vivo en Magis 98.3 F.M. Ella todavía te está esperando.
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