Cruzando el río Higuamo, tuve gratos recuerdos de la catedral de San Pedro Apóstol. Allí solía asistir como monaguillo a los padres Justo, Atanasio, Milton Ruiz y otros. La misa empezaba a las 6 de la mañana.
Bernardo Santana (Nando), Héctor Natera, Frank Payano y otros queridos hermanos formaban el equipo de adolescentes traviesos.
El sacerdote estaba de espaldas al público y sus oraciones eran en latín.
Pasamos por delante del Edificio Moray, el primer edificio de tres plantas construido en los años veinte.
Fue a la zona de Miramar y vio el Colegio San Esteban, donde se graduó en el instituto con Cipriano Ramírez y Guicho Albizu.
Comer budín de dong y otros platos de kokoro en el restaurante Dunker’s fue un orgulloso regreso a mis raíces.
Allí conocí a Maximiliano Gómez (El Moreno), que había regresado de China y Cuba con un halo de simbolismo izquierdista.
Fui miembro de los Niños Exploradores de la Patrulla Caminera, dirigida por el intelectual petromacolense Carlos Francisco Elías (Cuchi).
Jugué baloncesto en el equipo Juvenil D de la Liga Central, dirigido por el basquetbolista Roberto Isambert.
También recuerda al recientemente fallecido pastor Amni Azarias Silva.
Fui atleta bajo la tutela de los profesores Cabo Cleto y Tomas Binet.
Ingresé muy joven en la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) y participé en todas las movilizaciones contra los restos de la opresión trujillista. Jugué en la segunda base del equipo de béisbol Habon Balai.
Allí jugué al lado de jugadores como los ya fallecidos Fidel Mejía y Joaquín Andújar.
Dos de mis libros favoritos, Por qué no soy cristiano, de Bertrand Russell, y Una religión al alcance de todos, de Rogelio Ibarreta.
También recuerdo haber ganado un premio regional de oratoria organizado por el sociólogo Frank Marino Hernández y haber sido reconocido por la Embajada de Estados Unidos como el estudiante destacado del año en el estado.
Mi pasión era la pesca, que practicaba con el hijo de mi amiga Argelia, Tango, y mi medio primo Arístides Maya.
Mi padre y yo salíamos a pescar cangrejos, sobre todo al amanecer en mayo, cuando llovía mucho, con una bolsa y un recogedor de cangrejos (simplemente un neumático de coche cortado en tiras largas y finas).
Cuidaba con esmero el criadero de cangrejos de río que había en el patio de la casa, y con plátanos y hojas de maíz engordaba a los cangrejos y los alimentaba con mucho cariño.
Las palomas torcaces eran tan numerosas que entraban en la casa y había que bajarlas del tejado.
Cada vez se siente más orgullosa de formar parte de la 23ª serie.
La entrada Caminando por Macorís del Mar se publicó primero en CANALTRARD – Ultimas Noticias.