El libro del Génesis nunca tuvo la intención de ser un relato de cómo sucedieron las cosas en el principio, sino más bien de cómo entendemos el significado de la creación y su relación con el Creador.
Una de las realidades humanas más básicas es la relación entre hombres y mujeres. En una sociedad patriarcal y sexista, el autor del Génesis sobresale al enfatizar la dignidad única de la mujer.
Para comunicarse bien con las mujeres, los hombres necesitan descubrir que «ella no es más que única». que “pueden ayudarte” a afrontar la soledad con igual dignidad.
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Según Dios, empezamos a captar la cualidad especial de las mujeres cuando pensamos en ello más allá de la dominación y manipulación masculina. No es una cosa ni un animal que pueda clasificarse. Dios lo formó mientras Adán soñaba. Él la modela con las materias primas del hombre, pero toda belleza de la mujer es producto exclusivo de la maestría de Dios. No fue el hombre quien lo construyó, ni lo descubrió, sino que fue Dios quien lo presentó al hombre.
Hay un juego de palabras, en la exclamación ‘Adán miró y vio a Eva. Adán, el varón, la llama “mujer”. Es decir, no puede empatizar con ella sin poner en juego su propia identidad (masculina) y sin profundizar más. La verdadera relación entre un hombre y una mujer realmente comienza, cuando ambos están conectados desde lo más profundo de su ser.
Frente a un hombre y una mujer enamorados, una persona pura sólo ve a dos personas amándose. Jesús nos invita a mirar más profundamente y descubrir que Dios camina en este amor y en el significado único y más profundo de la creación. Por eso dijo: “Lo que Dios ha unido, nadie lo puede separar”.
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