Muchas personas suelen pasar por alto el arte callejero, incluso aquellos que pagan grandes cantidades de dinero para reservar conciertos y espectáculos famosos. Para la mayoría, lo que es gratis o lo que cuesta poco no los motiva, incluso si tienen manos extraordinarias creando sonidos maravillosos de una guitarra u otro instrumento musical.
El ajetreo, los compromisos planificados y los angustiosos esfuerzos de empleo y pertenencia, protagonizan espectaculares espectáculos artísticos que pasan desapercibidos en las calles del mundo.
Un señor de setenta años me invitó a bailar y acepté: bailamos al estilo de un grupo africano y aunque nunca había bailado este ritmo, nos llevábamos muy bien. Luego pasamos a otro escenario y frente al escenario niños y adultos bailaban al son de una banda irlandesa.
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Ese fue el ambiente en todos los escenarios grandes y pequeños preparados para esta ocasión en distintos puntos estratégicos del centro. No es realmente arte callejero, es el Festival de Jazz de Bruselas, cuya existencia sólo descubrí mientras caminaba por la Plaza Grande de esta ciudad europea, una ciudad donde la lluvia y el frío son tan comunes en mí como el sol y el calor. vida. Hogar del Caribe. Por cierto, la lluvia también está del lado del público del festival.
Vale la pena detenerse a admirar el buen arte que hay en las calles cuando nos sorprende. No siempre es buena música o talento. A veces la pobreza invita a algunas personas a intentarlo. Por suerte, la calidad es palpable. Es mejor aprovecharlo, dejar que el arte nos conmueva, nos enriquezca por dentro y por fuera. Marilei@hotmail.com.
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