En Twitter, como en el paseo de la neolengua, ocurre que la gente no sabe si escribir en Twitter o en X, igual que no sabe pronunciar la X en pronombres y sustantivos (todxs). A medida que los nombres evolucionan, también lo hacen sus usos y funciones sociales: si hace diez años eran la red dominante para el debate y el posicionamiento del discurso político, hoy son el vertedero de las pasiones más viles, el escaparate de los deseos, frustraciones y resentimientos más conspicuos, un lugar donde los que hablan lo hacen para escucharse a sí mismos Se ha convertido en un tributo colocado frente al espejo que lo hace; el ágora virtual, más que un lugar de encuentro, consenso y convivencia, es el escenario perfecto para que las tribus urbanas libren escaramuzas digitales como en una guerra posmoderna.
Las grandes redes sociales tienen sus propios públicos, dinámicas y lenguajes. En República Dominicana, Facebook acapara el 85,38% de los usuarios de redes sociales, seguido de Instagram (5,83%), Pinterest (4,70%) y YouTube (1,58%), mientras que Twitter, con sólo el 1,92% de influencia, tiene una proporción desequilibrada de desproporcionada de tendencias sociales. Quizá debido a la edad de los usuarios y a la antigüedad de la red, puede decirse que la mayoría de los responsables de la toma de decisiones, políticos y famosos de los ámbitos social, económico, cultural, académico y de la opinión pública utilizan Twitter como medio para acceder a la información e interactuar con sus iguales.
Twitter es como el Aleph de los Borgia, pero distorsionado. Es el ojo a través del cual se ve la realidad de los demás, una imagen parecida, pero no proporcionada, a la verdad. ¿Cómo es posible que se invierta tanta importancia y tanto esfuerzo y recursos en generar entradas y tendencias en la red cuando sólo el 1,92% de las personas con acceso a Internet utilizan Twitter? ¿No es esto un disparate?
Twitter puede reflejar los prejuicios de los políticos y su incapacidad para interactuar con los jóvenes en las redes que actualmente utilizan principalmente para comunicarse (por ejemplo, Instagram y TikTok).
Las elecciones de 2024 tendrán que abordar un modelo electoral sobreutilizado y deslegitimado junto con la necesidad de comunicarse con los votantes a través de las redes sociales. El reto es construir mensajes adaptados a los intereses de cada grupo objetivo, utilizando lenguajes y códigos diferentes.
La gente no es tonta e intuye la existencia de bots. Las redes son como el teatro: nadie ríe ni llora y se sabe que todo está guionizado.
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