Amaya Salazar es una artista sin igual. No sólo está en constante actividad, sino que su obra encierra una inspiración irresistible, una profunda reflexión y proyectos innovadores. Gracias a sus éxitos, exposiciones, exigencias y elogios, otras personalidades se sentirán realizadas. Es una consecuencia natural de su dedicación. Pero ella quiere y exige más, e independientemente de sus limitaciones físicas y psicológicas, de sus manos, su mente y su creatividad surgen obras asombrosas.
Precisamente por eso instalamos una obra monumental en los jardines del Museo Central de León. Para ser sinceros, conocíamos su trayectoria como escultora, pero sólo descubrimos y disfrutamos de sus instalaciones, ensamblajes e inventivas fantasías tridimensionales en una impresionante exposición en el Museo de Arte Moderno. Por no hablar de las palmeras de diversos tamaños y colores que adornaban los marcos de la galería familiar, en el interior o en el patio adyacente.
Hace poco descubrí que Amaya tenía un notable pasado como escultora, y la propia Amaya me contó que casi desde el principio de su carrera profesional tuvo una temática religiosa, donando dinero y aceptando encargos empresariales en un formato que tal vez presagiaba esta última estatua Dijo que había estado haciendo esto.
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Observando las pinturas y esculturas de Amaya, podemos ver que no hay conflicto estilístico ni contradicción técnica de una categoría a otra, y que incluso la técnica, la forma y el color de las pinturas podrían conservarse en tres dimensiones, al mismo tiempo que antes. Podemos ver que la artista intenta al mismo tiempo preservar una individualidad completa y plural.
Las esculturas de Amaya Salazar acentúan el sentido de continuidad y no suprimen el tema dedicado a la condición humana. Este es también el caso de la exposición titulada especialmente “Amaya, Hombre, Naturaleza y Lógica”.
Evita romper con la iconografía -porque no es acorde con su personalidad- pero la disposición y el diseño uniforme y esquemático de los elementos propicia una valoración más óptica, más dramática, de la anatomía -incluida la vegetativa-.
El tratamiento figurativo incorpora líneas y curvas verticales y horizontales, enfatizando la geometría sutil y la presencia repetida del círculo, que trasciende su presencia y compás, asumiendo el simbolismo de la armonía absoluta, repetida y compartida. La luz natural contribuye al modelado y modulación de las formas, precisando los detalles y reforzando las composiciones que casi siempre se sitúan en uno o dos planos.
Evidentemente, se tiene en cuenta la animación rítmica y el equilibrio armónico.
No hay jerarquía cromática ni contraste. Amaya ha elegido sabiamente un emplazamiento con plantas pero pocos árboles, acogiendo la obra dentro de su verde tapiz. Visitamos la exposición a mediodía, cuando el sol receloso no rehuía la amenaza de lluvia, irradiando una seducción indecisa y misteriosa. Reinaba una atmósfera participativa entre el tiempo y el espacio.
‘Amaya, lo humano, lo natural, lo lógico’ puede definirse como un conjunto escultórico por sus dimensiones (varios metros) y materiales (acero, fibra de vidrio y resina). Amaya Salazar combina arte y naturaleza para proponer cuatro esculturas monumentales.
La monocromática “Stoica”, en azul, refleja el tema más fuerte de Amaya Salazar: la mujer y la maternidad. La escultura, con su imponente figura alta, parece un cartel que dice: “¡Esta es la obra de Amaya!
A pesar de su frescura, De reto al futuro es claramente una obra experimental. Predomina la geometría, que estimula la mirada entre lo vertical y lo horizontal, sugiriendo una interacción de la estructura inevitable a la condición humana. El tema del paisaje es inseparable de las creaciones pictóricas y escultóricas de Amaya Salazar, y aquí es una propuesta inusual. Consideramos que Avatares del tiempo es la expresión más orgánica, dramática y devocional.
Las hojitas verdes permanecerán en nuestra memoria como testimonio de la resistencia de la naturaleza a la muerte anunciada.
Y en esta obra, hay otra amaya, alabeando sus palmas y dibujando círculos vitales, tratando de imponerse a la planta araliácea. Más que evocar y evocarse, domina una geometría rítmica en movimiento, que transforma deliberada y completamente el planteamiento, el volumen y la disposición espacial. ¿Esboza una nueva investigación?
No cabe duda de que Amaya: lo humano, lo natural y lógico es original, diferente y única entre las exposiciones de Amaya Salazar, y quizás incluso entre las exposiciones individuales de arte dominicano.
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